En toda época, contar con líderes idóneos en distintas esferas de nuestra sociedad, es fundamental para avanzar en los objetivos que, como ciudadanía, queremos conseguir. No obstante, en tiempos complejos como los que vivimos hoy, se torna mucho más vital reflexionar sobre el liderazgo, especialmente, acerca de aquel en que la persona, con todo lo que implica su humanidad, debe ser guiada, animada y acompañada para el logro de un propósito compartido.

En nuestro caso, a todos quienes conformamos esta comunidad misionera nos toca asumir ese rol con un claro objetivo común: colaborar en la formación de hombres y mujeres para los demás. Sin embargo, este liderazgo no solo se trata de gestionar o conducir tal o cual proceso, sino que su definición va mucho más allá. Hoy es necesario que, desde nuestro rol de líderes, estemos siempre atentos a las necesidades de aquellos a los que nos corresponde acompañar. Esto implica liderar desde los afectos, centrando nuestra labor en “escuchar” y “leer” desde el corazón las necesidades reales de nuestras personas a cargo.

Asimismo, estamos llamados a comprender y a atender sus dolores, temores, expectativas y sueños, desde la sencillez que implica el acto de amar al prójimo, al que nos invita el Evangelio: caminar juntos con la esperanza en que Cristo siempre va a nuestro lado.

Los invito a reflexionar en torno a nuestros propios liderazgos. Al que ejercemos en nuestros trabajos, casas y familias, y a que centremos nuestra mirada en lo fundamental, considerando cuál es mi propósito, con qué medios dispongo y qué ocurre en la vida interior de quienes me han sido encomendados para acompañar.

Reciban un fraterno y cariñoso saludo,

 

Enzo Saldías O’Ryan
Director Cuarto Ciclo