El liderazgo es una característica que nuestros jóvenes van desarrollando año a año a través de diversas experiencias. Esta semana, nuestros estudiantes Rosario Molina y Diego Gómez, ambos miembros del Centro de Alumnos 2020, nos relatan cómo este rasgo ha ido marcando su paso por La Misión y cómo recuerdan la experiencia vivida en el curso-taller de liderazgo Ignaciano “Arrupe” en Colombia en 2019.

Rosario Molina Toro, IV° Medio A:
“Para mí, la característica más importante de un líder es que dé el Magis, porque así se puede llevar a cabo este rol; si uno no da el máximo, no estaría dando el ejemplo. Un líder, más que ser alguien que mande, es alguien que participa, que se involucra en las cosas que pasan y que siempre esté ahí dando lo mejor de sí mismo para construir una sociedad mejor al modo de San Ignacio. Ser presidenta del CALM, a pesar de no ser alguien que ‘mande’, es un rol importante donde se ‘lleva la batuta’ del grupo. Siento que dentro del colegio y de mi curso, la gente me escucha, no como una voz que manda, sino que de opinión; siempre digo lo que pienso para hacer de todo algo mejor. Sobre Arrupe me marcó la gente que conocí, jóvenes de mi edad con sueños y ánimo de querer cambiar el mundo, siendo un aporte. Además del crecimiento personal que tuve, aprendí a tener claridad de quién quiero ser y qué quiero aportar. Allí me di cuenta de que no soy la única que sueña con cosas grandes”.

Diego Gómez Gárate, IV° Medio B:
“Ser miembro del CALM en 2020 fue difícil por todo lo vivido en pandemia, pero siento que nos adaptamos bien, porque tratamos de hacer todo lo posible a través de Internet y fue bueno hacerlo así porque tuvimos más alcance. Para mí, un líder ignaciano es alguien que conoce a la gente con la que está tratando, que trabaja en equipo y que sabe lo que está haciendo; una persona que aunque sienta que no se la puede tiene que seguir adelante y dar lo mejor. Una de las misiones de un líder es inspirar a los otros motivándolos no solo con palabras, sino que poniéndose a disposición de los demás y no haciendo que las personas trabajen solas, sino que creando un ambiente de amigos, porque un entorno fraterno siempre es mejor. Arrupe me dejó recuerdos de amistad con muchos amigos chilenos y de otros países. Fueron dos semanas, pero sentí que fue mucho más tiempo. Ahí aprendí a valorar a las personas y a demostrar mis sentimientos; incluso ahora sigo trabajando en cómo hacerlo”.