Mediante el trabajo desinteresado, nuestros jóvenes de II° Medio, durante una semana, se encontraron y compartieron la cotidianidad con personas de otras realidades, en Trabajos de Invierno 2018, haciendo vida el evangelio desde la mirada de San Ignacio.
En estos días, nuestros jóvenes fueron acompañados por asesores (estudiantes de IV° Medio) y por profesores, quienes permanecieron con ellos en los salones de la Iglesia de San Ignacio de Loyola, en Padre Hurtado. Desde allí, diariamente, se dirigían a lugares de esa misma comuna, Talagante y El Monte para realizar mejoras de viviendas y compartir las acciones cotidianas con las familias involucradas.
Ignacio Valdivia, de II° Medio A, señala que esta fue una gran experiencia por el hecho de poder ayudar a personas que de verdad lo necesitaban. “Fue muy gratificante. Podrían ser más días, porque nos faltó tiempo”, dice.
Explica que lo más significativo para él fue que la dueña de la casa donde les correspondió trabajar, Margarita, junto a su marido se querían mucho y decían que no necesitaban tanto. “Me sorprendió mucho, porque en esas condiciones muy pocas personas tienen la capacidad de decir eso. Me sorprendió, también, mi cuadrilla, porque resultó todo bien a pesar de las bajas expectativa que teníamos. Incluso volvimos el domingo a terminar lo pendiente y a llevar almuerzo a la familia”, indica.
Por su parte, Constanza Contreras, de II° Medio B, manifiesta que, para ella, Trabajos de Invierno “es vivir una experiencia de servicio, donde se deja la comodidad que tengo en el colegio y en mi casa, y voy a incomodarme a otro lugar para ayudar”.
Puntualiza que la primera impresión al llegar a la casa que les correspondió fue fuerte, pero que al día siguiente ya sabían a lo que iban y pudieron dejar la vivienda en mejores condiciones. “La dueña de casa era muy agradecida y nos hacía saber que éramos importantes. Su labor era muy sacrificada, porque cuidaba a dos personas postradas, y nos decía que nosotros éramos su compañía. Fue fuerte e impactante ver cómo vivían y cómo salían adelante”, reflexiona.
Agrega que uno de sus principales aprendizajes fue saber que no es necesario conocer a una persona en profundidad para ayudarla, conectarse con ella para hacerse parte de su vida, mejorándola, sirviendo y entregando amor.
En ese punto coincide Ignacio, quien añade que aprendió a no juzgar a las personas y a no necesitar tanto las cosas materiales. “Aprendí a vivir la vida y a disfrutar lo que se tiene ahora. Después de Trabajos de Invierno soy una persona muy distinta, más inclusiva, porque no le tenía fe a mi cuadrilla, y comprensiva, porque vi la realidad en que viven ellos. Soy una mejor persona de lo que era antes”, menciona.
Constanza, en tanto, comenta que con esta experiencia pudo enterarse de una realidad a la que no estaba acostumbrada. “Nosotros vivimos como en una burbuja y con esto salimos de ella. Cuando llegué a mi casa sentí que había cosas que no eran necesarias y que tenemos más de lo que debemos tener. Me quedo con una frase que surgió en nuestra cuadrilla que es ‘salimos a servir y dar amor, pero recibimos más de lo que salimos a entregar'”, concluye.