Entre el 27 de junio al 03 de julio se llevó a cabo la experiencia “Pachacutí”, organizada por el Colegio Seminario de Montevideo, Uruguay, actividad en que participaron 12 estudiantes de Asociación de Colegios de la Red Educacional Ignaciana.

Pachacutí es una experiencia de formación ignaciana basada en vivir los tres pilares fundamentales del Movimiento Castores del Colegio Seminario de Montevideo: la fe, el servicio y la vida comunitaria. Esta experiencia contempla la participación en un proyecto de apoyo a sectores rurales, además de un plan de formación.

Este año, Matilde Rodríguez y Federico Correa, estudiantes de III° Medio A y III° Medio B respectivamente, vivieron esta experiencia, tras la que se mostraron muy entusiasmados y, reconocieron, adquirir grandes aprendizajes.

También se mostraron muy conmovidos, porque les correspondió colaborar con la reconstrucción de viviendas de la localidad de Dolores, destruidas por un tornado que azotó a Uruguay hace unos meses. “Me di cuenta de que la gente tenía miedo del clima, porque con el tornado hubo muchos daños. Nuestra principal ‘pega’ era mover ladrillos, hacer mezclas y plateadas (radier). Aunque mi grupo no tuvo la oportunidad de misionar, en las obras hablamos con los dueños de casa y trabajadores y compartimos harto con ellos. Ahí nos dimos cuenta que a pesar de todo no perdían  ni la fe ni la esperanza”.

Al grupo de Matilde, en cambio, le correspondió misionar el primer día. “El tornado destruyó todo, dejando casas sin techo o con una sola muralla. Al misionar, íbamos con la idea de encontrarnos con dolor, tristeza y soledad y lo encontramos, pero a medida que tocábamos puertas aparecía la esperanza, la fe y la alegría y poco a poco nos dimos cuenta de que la gente necesitaba más una conversación que un ladrillo en su pared”, explica.

Ambos reconocen que la experiencia los marcó en distintos ámbitos. En ese sentido, Federico recalca que el mayor aprendizaje tras Pachacutí fue aprender a valorar todos los trabajos por muy pequeños que sean. “Cuando al comienzo me tocó mover ladrillos, sentí que  yo podía dar mucho más que eso, pero pasaron los días y aprendí que para uno la ayuda puede no ser muy grande, por no ser tan cansadora, pero para las personas que estábamos ayudando si lo era. Muchos piensan que hay que ayudar haciendo grandes cambios, pero ayudar de manera pequeña es igual de importante para quien lo brindas”, dice.

Matilde, por su parte, rescata a las personas que conoció. “Lo que nos llevamos de esta experiencia fue haber conocido a María que dejaba todo para reconstruir su casa donde vivía su hija y mamá. También las sonrisas de los niños, las conversaciones y las caras de agradecimiento de cada familia. En esas pequeñas cosas vimos la presencia de Dios y no en lo material”, concluye.